domingo, 25 de mayo de 2008

PUREZA ROBADA- CAPITULO 26

Capitulo 26


Septiembre, 842 d. C.
Castillo de Blackstone, Sajonia.



Las noches eran los peores momentos. El gran salón parecía por demás opresivo. No importaba cuantas puertas fuesen dejadas abiertas, el calor continuaba y la fiebre de los enfermos subía.
Thea tenía la impresión de estar cuidando dos pacientes hacia una eternidad . Las madres no paraban de llegar con sus bebés. Los Maridos subían la senda hasta a la torre cargando a sus esposas en pésimo estado.
Los bebés y niños , sin embargo, constituían el mayor número de víctimas. Thea no sabía qué nombre dar a esa devastadora enfermedad . Los síntomas eran escalofríos, manchas rojas en la piel y fiebre alta que consumía los frágiles cuerpitos.
Las altas temperaturas del verano infame contribuían a aumentar el castigo. Thea rezaba para que las lluvias que viniesen a poner un fin a la sequía que parecía querer destruir todo.
Aquellos que mejoraban eran llevados a la abadía, donde Jesse, Elspeth y los monjes continuaban a dándoles cuidados, hasta que se recuperaban por completo. Thea sólo había visto a sus dos amigas por un corto espacio de tiempo, antes que su orden de aislar a los enfermos dentro de la torre fuese cumplida.
Había hecho también con que todo los materiales usados por los enfermos fuesen quemados. Si las manchas rojas se transformaban en ampollas y después en costras secas , ellos sobrevivirían. Thea nunca había visto nada parecido.
EL valioso libro de su madre era de poca ayuda en ese caso.
Ella podía aminorar los síntomas, aliviar la picazón de las manchas y el ardor de la piel, pero no podía curar los enfermos. Sólo Dios tenía ese poder.
Sir Deitert permaneció dentro de la torre, auxiliando a Thea y tratando a los enfermos agonizantes. Algunas veces, ella pensaba que iba enloquecer con el llanto desesperado de los bebés. Y no tenía un minuto de descanso.
Los días se hacían todavía mas calientes y la humedad del aire se duplicó, y por mas que Thea rezase, ni una gota de lluvia cayó.
A medida que el mes de septiembre fue pasando, ningún otro enfermo subió de la villa a la torre. La enfermedad estaba contenida dentro de las muros de Blackstone. Los guardias colocados en los portones por sir Deitert no dejaban que nadie entre.
En el patio rodeado de muros en los fondos de la torre, el viejo Heinz había creado un pequeño cementerio. Los artesanos enviados por Lord Bellamy para ayudar en la restauración del castillo de Emory habían sido los primeros en morir. Thea sospechaba que habían traído la peste dentro de sus cuerpos y que habían esparcido la enfermedad por el feudo.
Dos de los pajes de Roderick habían muerto , así como una joven madre celta y su bebé, después que Thea había llegado a Emory. En total , desde que la enfermedad había comenzado , veinticuatro de los pocos y valiosos sajones que le habían quedado a Roderick habían muerto .
Aquellos que se recuperaban lo hacían de forma muy lenta. Sus cuerpos debilitados eran como una sombra de lo que habían sido antes. Pero con cada día que pasaba iban mejorando, convirtiéndose en aptos para ayudar en el tratamiento de los que todavía se hallaban dominados por la fiebre.
Cierta mañana , Thea se hallaba sentada en un banco bajo una de las ventanas del gran salón , juntando fuerzas para tomar el caldo de gallina de la fuente en sus manos. Su cansancio era tal, que ni conseguía llevarla a sus labios. Levantando la mirada fatigada, miró afuera. Todo lo que podía ver eran las altas murallas que rodeaban la fortaleza. Murallas que escondían la aldea que antes podía ser avistada desde esa ventana.
La fortaleza de Roderick estaba enclaustraba. Construida para la protección de los que vivían dentro de ella, ahora protegía a los de afuera, manteniendo la peste lejos de su gente .
Una débil brisa entrando por la ventana abierta agitó los cabellos de Thea. Con un gesto, ella apartó un mosquito, que se atrevía a atormentarla. Pero el maldito insecto insistió .
Corriendo su mirada por el hall, donde todas las improvisadas camas de los enfermos se encontraban esparcidas, encontró lo que le pareció una invasión de esos irritantes insectos. Era imposible se librarse de ellos. Algunas permanecían tanto tiempo sobre un enfermo , que le dejaban feas marcas de picaduras.
Ese insecto que estaba determinado a atormentarla vino posar en su brazo. Pero Thea se rehusó a dejarse chupar la sangre. Con un trapo mojado, le pegó un golpe , aplastándolo contra la piedra de su asiento. La oscura mancha le revolvió estomago . Después de limpiar el banco con el paño, miró de nuevo al salón . La cantidad de moscas y mosquitos era mayor de lo que se recordaba haber visto en Blackstone. Claro, con tanta enfermedad y con ese terrible calor… su ceño se frunció . Para ella, los mosquitos eran criaturas del demonio, portadoras de suciedad y enfermedades. Por qué no los había notado antes? Tal vez por estar demasiado ocupada con los enfermos graves. Y de dónde estarían venido tantos insectos? Qué hacer para eliminarlos?
Subiendo a su cuarto, fue de nuevo dar una mirada al libro de su madre. Lilla había anotado, varias maneras de espantar insectos malignos. La citronela era útil; jugos y cascaras de frutas cítricas también . El cuarto de los enfermos debía tener las ventanas protegidas por redes de malla fina , advertía el libro. Cuidados especiales debían ser tomados con las deyecciones de los enfermos, las cuales debían ser enterrados en lugares distantes y cubiertas con cal o con sal. Los enfermos y sus alojamientos tenían que estar muy bien limpios.
Thea había seguido al pie de la letra esas instrucciones, y aun así los mosquitos continuaban presentes en centenas, desafiándola .
Por la noche, sentada a la mesa con sir Deitert, el tema de las mosquitos no le salía de la cabeza. El administrador parecía no estar irritado con ellos, o tal vez estuviese demasiado cansado para incomodarse. Thea sabía que nada habría podido hacer sin él. Sir Deitert levantaba cuerpos demasiado pesados para ella, trabajando día y noche, sin quejarse, ni siquiera ante las tareas mas humillantes.
— Sir Deitert — Thea preguntó de repente -, sabe qué podemos hacer para librarnos de estos mosquitos?
— Quemar los terrenos, soltar todos los animales de los corrales y los gallineros. Los Mosquitos se alimentan del estiércol y los restos de comida .
— Cubrir con cal las letrinas. — De repente, Thea se acordó de otros lugares críticos. — Tenemos que quemar el pasto de los fondos.
— Si.
— Entonces vamos a hacer eso pronto, antes que esa plaga nos lleve a todos. Venga, vamos a despertar a Heinz.
— No , mi lady, primero Tenemos que retirar los enfermos lejos del humo y de las cenizas que el fuego va a causar.
— Pero, a dónde vamos a llevarlos? Tenemos que mantenerlos en aislamiento.
— Podemos llevarlos a los dormitorios de los guardias, en el tercer piso.
El trabajo de remoción de los enfermos a los pisos superiores fue terrible. Algunos de los adultos podían caminar, pero se hallaban tan debilitados, que apenas podía ponerse de pie sin apoyo. El resto tuvo que ser cargado.
En el penúltimo piso, el ambiente era mucho mas fresco. La brisa soplaba mas fuerte por sobre la altura de las murallas .
Juntos, Thea y el caballero acomodaron a cada uno de los pacientes del modo mas confortable posible. Para estar seguros de que los mosquitos no volverían a atormentarlos, Thea encendió las preciosas velas de citronela de su madre. El perfume hizo que los párpados de Armina se abriesen por un instante. La vieja sierva, muy enferma , tal vez no pasase de esa noche. Aun así , Thea la forzó a beber una taza de una poción especial a través de los labios secos.
Después de eso, Deitert escoltó a Thea al piso inferior, Sujetándole el brazo con una mano firme.
Luego de haber soltados los animales fuera dos portones, Thea, Heinz y Deitert trabajaron la mitad de la noche esparciendo paja seca sobre los terrenos malolientes por el estiércol y el calor .
La culpa dominó a Thea, quien miró desamparada al administrador y al viejo encargado de establos .
Será que no hay otro modo de resolver esto? Si el fuego escapaba al control, Roderick va a responsabilizarme por la destrucción de todo lo que luchó para reconstruir.
— Si son los mosquitos los que están esparciendo la enfermedad , no tenemos otro recurso — respondió sir Deitert, cansado. — hemos hecho esto en campamentos después de largo asedios. Algunas veces es la única opción. Ahora, mi lady, vaya a cuidar a los enfermos. Heinz y yo nos ocuparemos del resto aquí.
Thea se quedó parada, indecisa. Saber que Roderick iba retomar y encontrar a Blackstone en ruinas era terrible.
El jamas la perdonaría. Pero después pensó en todas las personas que había ayudado a recobrar su salud y en los que todavía no se habían enfermado . Lo mas importante de todo era salvar a la gente de Emory. Las Cosas materiales podían ser reconstruidas. Una vida perdida nunca mas sería recuperada. Si el precio a pagar era la torre, que ese fuese.
Con un asentimiento afirmativo, fue dentro del salón por la única puerta que habían dejado abierta. Todos los postigos de madera habían sido cerrados. en el salón , potes conteniendo azufre lanzaban humo, haciendo que los mosquitos inmundos se juntasen en el techo, intentando escapar. Sin perder tiempo, Thea subió al tercer piso, llevando dos baldes mas de agua fresca.
Colocándolos en el suelo , cerró la pesada puerta detrás de sí, apoyándose después , agotada, contra la fría pared de piedra.


El olor a paja y pasto siendo quemados penetró a través de las hendijas de los postigos en lo alto de la torre, pero el humo , no. Era imposible abrir cualquier ventana , pues el humo entraría, sofocándolos. Encontrando una cama limpia, Thea se acostó, pero , a pesar de todo su cansancio, no consiguió dormir.
Cuando el sol salió, Thea subió hasta un alto punto de observación en la torre y miró el patio, cuatro pisos mas abajo . Una sólida alfombra negra se extendía de un lado a otro. Las paredes de las torres menores, al lado de los pesados portones de madera y hierro, se hallaban manchadas de hollín.
Pero hasta descender al salón , Thea no se había dado cuenta de las enormes consecuencias del fuego, que, por lo visto, había escapado al control.
Sir Deitert y el viejo Heinz dormían , rendidos de cansancio, en el piso do gran salón , cubiertos de cenizas de la cabeza a los pies .
Las puertas nuevas colocadas por Roderick, con su emblema del tallado, se habían quemado en algún momento durante la noche. Algunas brasas todavía ardían , humeantes, en el umbral . Las llamas se habían abierto camino al interior de la torre, lamiendo sus paredes y dejando marcas negras en las piedras. Todo lo que era de madera había sido consumido por el fuego.
Blackstone había quedado reducida a una ruina todavía peor de cómo era cuando Thea la había visto por primera vez .
Pero no se veía ni un solo mosquito.
Con el piso inferior destruido, los enfermos había sido mantenidos en el tercer piso.
Por milagro , nadie murió en los días que siguieron. Algunos ganaron fuerzas suficiente como para ayudar a cuidar a los demás. Hasta Armina se recuperó lo suficiente como para reclamar su comida.




Finalmente, las tan ansiadas lluvias llegaron. Yendo hasta la cocina para buscar mas sopa para los enfermos, Thea se detuvo al oír el estruendo de un trueno y sintió las primeras gotas de lluvia fría cayendo sobre su piel. Su vestido comenzó a mojarse, pero a ella no le importó, mirando las paredes chamuscadas siendo humedecidas por el agua bendita.
— Deja que llueva, mi Dios — rezó en voz alta.
— Deje que llueva por muchos días.
Tomando la olla con sopa caliente, la cubrió con una tapa y volvió a subir los tres pisos de escalera. En el dormitorio, los enfermos esperaban para ser alimentados. El trabajo no podía detenerse. Si no fuese por la ayuda de sir Deitert y de aquellos que habían recuperado un poco de fuerzas, Thea estaba segura que no aguantaría ese esfuerzo.
De paciente en paciente, las fiebres fueron cediendo. Sir Deitert cargaba los convalecientes hacia los portones cerrados, de los cuales sólo él tenía las llaves y los abría para pasar las personas a las manos de los guardias, quienes se encargaban de llevarlos a la abadía, donde acabarían de recuperarse.

Los hombres que Roderick había encargado de la guardia de las murallas de la torre no permitían ni que los padres o madres de los niños enfermos atravesasen los portones. Aun cuando el fuego ardió durante toda la noche, dentro del patio cercado, ellos permanecieron en sus puestos. A ninguna persona se le permitió entrar. Y en el cementerio improvisado en el terreno de atrás de la torre, veinticuatro tumbas esperaban para ser bendecidas.
Cuando un bebé de poco mas de un año fue considerado recuperado, el propio Deitert lo llevó en sus brazos hasta los portones. Al aproximarse, se encontró, para su gran sorpresa , con su Lord de pie en la entrada, los puños apretados muy tensamente...

De modo abrupto, el administrador se detuvo.
— Mi Lord , el Lord retomó !
— Si. Abre los portones.
— Mi Lord no puede entrar.
— Cómo te atreves a decirme que no puedo entrar a mi propio hogar?
— No , mi Lord no puede entrar por ahora . Tenga la bondad de hacerse a un lado, para que pueda entregar esta criatura a los guardias.
— No ves mas allá de tu propia nariz, hombre. Tus guardias están inconscientes a mis pies , y todavía tienen suerte de que no los azoté hasta la muerte. Donde está mi mujer?
— Dentro de la torre, mi Lord .
— Viejo loco! Abre los portones ya mismo !
La criatura en los brazos de Deitert comenzó a llorar a todo pulmón . El administrador lo consoló con unas palmaditas en la espalda.
— Es mejor que comiences a acostumbrarte a sus gritos, niño. Vas a oírlos con frecuencia a medida que vayas creciendo.
— Deitert, viejo reblandecido ! — Roderick gritó furioso.
EN ese momento, uno de los guardias abatidos comenzó a recobrar la consciencia, sacudiendo su cabeza y poniéndose de pie con dificultad. Tomando un balde de agua, lo volcó sobre su compañero, que pronto volvió en sí.
A pesar de estar aterrorizados con la explosión de ira del lord , tenían mas miedo a la misteriosa enfermedad que vivía en el interior de la torre.
— Qué hicieron con mi torre ? — gritó el Halcón .
Pero no era el estado de la torre lo que lo preocupaba, sino Thea, encerrada en su interior.
Cuando él comenzaba a controlar su enojo , pensando en hacer entrar en razones al administrador, sir Deitert ordenó a los guardias que sujetasen al Lord , para que él pudiese abrir los portones y entregar al bebé. Entonces, el cielo y el infierno se desató.
Antes que Roderick consiguiese librarse de los guardias, el administrador ya había sacado la tranca , había colocado el niño del lado de afuera y había cerrado todo de nuevo. Sin importarle las órdenes y las amenazas del Lord , volvió a la torre.
Cuando llegó allá, la primer cosa que hizo fue tomar dos copas de cerveza antes de subir al tercer piso para ayudar a Thea con los siete pacientes restantes.
La joven lady aguantó sólo un día mas y entonces, de repente, desfalleció .
Incapaz de hacerla recobrar la consciencia, Deitert la colocó en un catre limpio y se quedó aguardando que los sudores, los escalofríos y la fiebre comenzasen. él mismo había sido alcanzado por la peste, pero de forma muy leve, y pronto se había recuperado . Pero temía la intensidad de la enfermedad que Thea pudiese estar desarrollando.
Ella durmió un día entero y , al despertar, encontró sólo tres personas en el gran dormitorio. Armina, recuperada, estaba de vuelta a cargo de la cocina, y las sopas que llegaban ya no eran tan buenas .
Ninguna mancha había aparecido en la piel de Thea. Sentándose en el catre, debilitada por la falta de comida, los músculos doloridos, debido al trabajo exhaustivo de los últimos meses, miró a las dos niños acostadas cerca de ella. Uno de los bebés, una niña le extendió los bracitos. Conmovida, Thea la tomó en su falda y, después de bañarla y alimentarla, consiguió hacerla dormir. En seguida, volvió a dormirse ella también , y durmió por mucho mas tiempo que el bebé.
Cuando despertó de nuevo, estaba en la cama de Roderick.
Sir Deitert la había acomodado contra una pila de almohadas y sujetaba en las manos una fuente y una cuchara de plata, decidido a hacerla tomar la sopa que había traído .
— Usted es la última, mi lady. La torre está vacía ahora. Vamos, coma. Precisa ponerse bien .
Thea intentó examinar su propio cuerpo . Tocó la piel de su cuello y la frente , encontrándolas frías. En seguida, observó sus brazos y no encontró mancha alguna.
— No estoy enferma , sir Deitert. Ve , no hay señales .
— No podemos estar seguros todavía. Mi lady está muy débil . Necesitamos aguardar y ver como evoluciona . — él no reveló que Roderick se encontraba en la villa, furioso, y amenazando con entrar por la fuerza en la torre.
Thea tomó la sopa, bebió el agua fresca que le fue ofrecida y volvió a dormir .
Soñó con el día en que Roderick volvería a la casa y con las transformaciones que ocurri9rían cuando toda su dote fuese usada en las mejoras de la torre . Tal vez entonces él acabase confesando que la amaba. Pero , al despertar y recordar el estado de las paredes y la completa destrucción de las puertas y ventanas y de todos los muebles del salón , creyó mejor que el Halcón permaneciese en Aachen.
Acurrucándose en el lecho, volvió a dormir. Esa vez, lo que la despertó fue el movimiento del bebé en su vientre. Delante suyo estaba Armina, con una fuente de sopa que colocó en la mesa al lado de la cama.
— Aquí está su sopa. Es mejor que trate de comer, si quiere asistir al espectáculo programado para hoy.

— Espectáculo? — preguntó Thea, con la mente todavía confusa por el sueño.
— Si. Hoy es el día en que mi Lord va a atacar a fortaleza. Mi lady debería ver las máquinas de guerra que él hizo traer .
_ Roderick está aquí ? — los ojos de Thea se abrieron enormemente , y su corazón disparó en su pecho .
— Hace mas de quince días, Ahora está intentando escalar las murallas. Creo que el pobre Deitert va a encontrar la muerte en las manos de mi Lord .